martes, 29 de diciembre de 2009

LAS COMPETENCIAS FILOSOFICAS EN LA RIEMS

La Reforma Integral de la Educación Media Superior gira en torno a una concepción educativa basada en competencias, inspirada en empresarios exitosos: jóvenes estudiantes mexicanos deberan empaparse de cualidades como eficacia, la adminsitración juiciosa de los recursos disponibles, la reflexión honesta y rigurosa que conduzca a cumplir objetivos individuales y sociales, la erradicación de lastres como la adicción y la violencia, además de comprender una historia basada enla concordia y cohesión de México, la necesidad de la ciencia y la tecnología para la cociedad del conocimiento, etc.
Jose Alfredo Torres (Dr. en Filosofía y miembro de la directiva del Observatorio Filosófico de México, A.C.
El 21 de septiembre de 2009 se aprobó la inserción de las competencias especificamente filosóficas en el Marco Curricular Comun (MCC) del bachillerato, la cual tuvo lugar en una reunión del Consejo Nacional de Autoridades Educativas convocadas por la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS) de la SEP. Arduo trabajo representó dialogar y afinar las competencias aludidas entre la SEP y el Consejo Consultivo Mexicano de Filosofía, instancia encargada de dar el lugar que merece esta disciplina dentro de la estructura denominada Sistema Nacional del Bachillerato (SNB).
Antes de acordar la inclusión precisa de las competencias filosóficas, la SEP había considerado aplicarles un criterio llamado de transversalidad, el cual esencialmente consiste en argüir que, dentro de la enseñanza de las matemáticas, la física o la construcción de la ciudadanía, estan presentes, sobreentendidas y atendidas las competencias filosóficas, como el pensamiento lógico, la capacidad de argumentar, la concientización de valores o la comprensión crítica de la estructura política y ética de la sociedad contemporanea.
Si la SEP aducía la existencia de la transversalidad filosófica, ¿para qué, según su real ver y entender, atender por separado competencias referidas a la filosofía -rama fundamental del saber humano--, si ya estaban consideradas dentro del cuerpo disciplinario del MCC, al fin y al cabo bien diseñado para cumplir la meta de suscitarlas, aprenderlas y aplicarlas?
La comunidad de filósofos del país, ante la certeza de que la SEP deseaba suprimir a la filosofía del Nivel Medio Superior (NMS), mantuvo su reclamo, frente al cual, inicialmente la SEP misma dio marcha atrás: había sido patente querer deshaserce de disciplinas que no encajaban dentro de la clasificación de "utilitarias", pero si representaban la discursividad, la crítica, la fundamentación humanística. Resultaba (y resulta) incomprensible como en la sociedad mexicana, inmersa en grave crisis ético-política, cultural y no sólo económica, la educacion oficial rechazaba la filosofía.
La Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) gira en torno a una concepcion eductiva basada en competencias, inspirada en empresarios exitosos: los jóvenes estudiantes mexicanos deberán empaparse de cualidades como la eficacia, la adminsitración juiciosa de los recursos disponibles, la reflexión honesta y rigurosa que conduzca a cumplir objetivos individuales y sociales, la erradicación de lastres como la adicción y la violencia, además de comprender una historia basada en la concordia y cohesión de México, la necesidad de la ciencia y la tecnología para la sociedad del conocimiento, etc. A cada uno de estos objetivos se le denomina competencia. Dejando de lado por ahora la insispensable polémica sobre la naturaleza de las competencias y la relación que guarda con la educación de los adolescentes mexicanos, las aceptadas por la SEP, específicamente filosóficas, quedaron en los téminos siguientes:
  1. Analiza y evalúa la importancia de la filosofía en su formación personal y colectiva.
  2. Caracteriza las cosmovisiones de su comunidad.
  3. Examina y argumenta, de manera crítica y reflexiva, diversos problemas filosóficos relacinados con la actuación humana, potenciando su dignidad, libertad y autodirección.
  4. Distingue la importancia de la ciencia y tecnología y su trascendencia en el desarrollo de su comunidad con fundamentos filosóficos.
  5. Construye, evalúa y mejora distintos tipos de argumentos sobre su vida cotidiana, de acuerdo con los principios lógicos.
  6. Defiende con razones coherentes sus juicios sobre aspectos de su entorno.
  7. Escucha y discierne los juicios de los otros de una manera respetuosa.
  8. Identifica los supuestos de los argumentos con los que se le trata de convencer y analiza la confiabilidad de las fuentes de manera crítica y justificada.
  9. Evalúa la solidez de la evidencia para llegar a una conclusión argumentativa a traves del diálogo.
  10. Asume una posición personal (crítica, repetusosa y digna) y objetiva, basada en la razón (lógica y epistemológica), en la ética y en los valores, frente a las diversas manifestaciones del arte.
  11. Analiza de manera reflexiva y crítica las manifestaciones artísticas a partir de consideraciones históricas y filosóficas para reconocerlas como parte del patrimonio cultural, su defensa y preservación.
  12. Desarrolla su potencial artístico, como una manifestación de su personalidad y arraigo de la identidad, considerando elementos objetivos de apreciación estética.
  13. Analiza y resuelve de manera reflexiva problemas éticos relacionados con el ejercicio de su autonomía, libertad y responsabilidad en su vida cotidiana.
  14. Valora los fundamentos en los que se sustentan los derechos humanos y los práctica de manera crítica en la vida cotidiana.
  15. Sustenta juicios a través de valores éticos en los distintos ámbitos de la vida.
  16. Asume responsablemente la relación que tiene consigo mismo, con los otros y con el entorno natural y sociocultural, mostrando una actitud de respeto y tolerancia.

(Acuerdo Número 5/CD/2009 del Comité Directivo del Sistema Nacional de Bachillerato, 21 de Septiembre de 2009).

Los objetivos disciplinares anteriores se enmarcan dentro del modelo educativo que reforma -en razón de una política oficial-- el NMS. Se constituyen, a partir de su aceptación, en una brújula: orientan, encaminan, pero deben considerarse una condición necesaria, no suficiente; se requieren mas elementos para el cumplimiento de una auténtica formación filosófica. Uno de ellos, urgente, es la instauración de las disciplinas de lógica, ética, estética y filosofía, obligadamente, ya que se encuentra formalizado el precepto de su instauración en el Acuerdo 488, publicado en el Diario Oficial de la Federación.

A despecho del mandato aludido los subsistemas de EMS como el Colegio de Bachilleres, Conalep o CECyT han sido omisos; han desacatado, hasta el momento, el contenido de la norma, negandose a incluir en su totalidad las disciplinas filosoficas básicas. ¿Será síntoma de que continúa la resistencia por insertar de modo natural la filosofía en la conciencia y educación de los jóvenes?

Otra condición pendiente de cumplirse, igual de importante, se refiere al denominado "perfil" de la profesión. Se requiere, en atención a una prática adecuada de las competencias filosóficas, que los saberes, que las disciplinas básicas correspondientes, estén a cargo de profesionales de la filosofía. De otra manera se estará simulando la ensñanza pertinente (se dirá en la SEP: la enseñanza competente y global), pues no basta la cultura general alrededor de esta compleja área del conocimiento humano, que pudiera haber adquirido el abogado, el odontólogo, el psicólogo, etc., quienes se encargan de impartirla en múltiples instituciones.

En suma, la aceptación oficial, la publicación formal, el acuerdo sobre la trascendencia de las competencias en cuestión, ha sido un logro en el mejor sentido de la palabra. Un logro de la comunidad filosófica que convergió en el Consejo Consultivo Mexicano de Filosofía. Enhorabuena: un buen paso. Hacen falta otros, sin duda.

Tomado de Educación 2001. Revista de Educación Moderna para una Sociedad Democrática. Núm. 174. México, Noviembre 2009. pp. 60-62

DOCTRINAS FILOSOFICAS

EL IDEALISMO
Concepto:
Fue Leibniz quien empleó el término idealista al referirse a Platón y a otros autores para quienes la realidad es la forma o la idea.

Estos autores idealistas o formalistas sostienen doctrinas diferentes de las ya propuestas por otros autores, como por ejemplo, Epicuro, calificado de materialista.

La filosofía idealista de la época moderna se funda igualmente en las ideas, aunque el significado moderno de la idea no siempre es igual al del platonismo, pero no podemos separarlo de su sentido antiguo.

Algunos autores consideran que es un error atribuir a Platón la paternidad del idealismo, ya que aunque en Platón hay una teoría de las ideas, es un idealismo exageradamente realista. El idealismo como doctrina se contrapone al realismo y reduce lo que podemos percibir por medio de los sentidos y que es accesible al mero pensamiento, ya que para esta corriente lo que aún no puede verse, puede ser comprendido. "El idealismo pretende reducir el mundo a una actividad del espíritu... pretende identificar lo real con lo racional, el objeto con el sujeto o conciencia".

Características primordiales:

  • No conocemos las cosas tal y como son en sí (noúmeno), sino lo que aparece aquí y ahora (fenómeno).
  • El sujeto construye, al menos en parte, el objeto: para Kant el sujeto es activo en el sentido de que influye en lo conocido a partir de sus estructuras aprióricas y de los procesos que en ellas descansan.
  • El conocimiento es independiente de la experiencia, porque los objetos del conocimiento son los juicios a priori.
  • Pero al conocimiento sólo se puede llegar a través de la experiencia porque el objeto del conocimiento son los juicios sintéticos.
Exponentes del idealismo:
Platón
Renato
Descartes
Nicolás Malebranche
Godofredo Guillermo Leibniz
Emmanuel
Kant
Juan Teófilo Fichte
Federico Guillermo José Schelling
Jorge Guillermo Feder Hegel


EL REALISMO
Concepto:
"Realismo es el nombre que se da a una posición adoptada en la teoría del conocimiento o en la metafísica. En ambos casos, el realismo no se opone al nominalismo, sino al idealismo". El realismo a su vez concede un lugar a la duda en la vida intelectual, pero considera la vida universal como la muerte de la inteligencia.

Para el realismo el espíritu humano puede conocer al ser "en sí", y la verdad no es otra cosa, que la conformidad del juicio con la realidad.

Características primordiales:
  • Procura mostrar en las obras una reproducción fiel y exacta de la realidad.
  • Hace un uso minucioso de la descripción, para mostrar perfiles exactos de los temas, personajes, situaciones e incluso lugares; lo cotidiano y no lo exótico es el tema central, exponiendo problemas políticos, humanos y sociales.
  • Rechaza el sentimentalismo, muestra al hombre objetivamente pues da toques de una realidad cruda.
  • El lenguaje utilizado en las obras es coloquial y crítico, ya que expresa el habla común y corriente.
  • Así como rechaza lo sentimental, de igual forma lo espiritual, dando como resultados toques individualistas.
  • Las obras muestran una relación mediata entre las personas y su entorno económico y social, del cual son exponente; la historia muestra a los personajes como testimonio de una época, una clase social, un oficio, etc.
  • Temas relacionados con los problemas de la existencia humana.
  • El autor analiza, reproduce y denuncia los males que aquejan a su sociedad.
  • Transmitir ideas de la forma más verídica y objetiva posible.
  • En pocas palabras el realismo pretende reflejar la verdad tal y como es.
Exponentes del realismo:
.Aristóteles
San Anselmo de Canterbury
Pedro Abelardo
Santo Tomás de Aquino

EL ESCEPTICISMO
Concepto:
El escepticismo es la facultad de oponer, de todas las maneras posibles los fenómenos posibles y los noúmenos; y de ahí llegamos, por el equilibrio de las cosas y de las razones opuestas (sostenía), primero a la suspensión del juicio (epojé) y después a la indiferencias (ataraxia)."

El escepticismo toma una actitud contraria al dogmatismo. Esta corriente tiene una posición que el sujeto no puede aprehender al objeto.

Características primordiales:
  • Lo único interesante en la vida es conseguir la tranquilidad de espíritu (ataraxia).
  • Una fuente de intranquilidad es querer llegar a conocimientos absolutos.
  • Hay que abstenerse de todo juicio. Nada hay falso, nada verdadero.
  • No podemos conocer cómo son las cosas en sí, ya que la sensación solo tiene que ver con la apariencia. Por consiguiente, no puedo decir: esto es, sino esto me parece.
  • No podemos tampoco fiarnos de la razón, ya que sus conocimientos se basan en las sensaciones. Además, muchos de los conceptos que consideramos racionales proceden de términos establecidos por los hombres, y en los que se manifiesta el poder o los hábitos mentales que, sin saber, nos condicionan.
  • Todo lo exterior a nosotros es indiferente (adiáfora).
  • Como necesitamos vivir en un mundo de apariencias, tendremos, a veces, que inclinarnos por lo más probable.
  • La disociación entre lo que los hombres piensan y lo que hacen es fuente de inseguridad moral para los escépticos.
Exponentes:
Miguel de Montaigne
David Hume
Pedro Bayle

RELATIVISMO
Concepto:
El relativismo, se asemeja mucho al escepticismo, pues tampoco admite ninguna verdad absoluta, que tenga validez universal: "Pero mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento humano de factores que residen en el sujeto cognoscente, el relativismo subraya la dependencia de factores externos. Como tales considera la influencia del medio, del espíritu, del tiempo, la pertenencia a un determinado círculo cultural y los factores determinantes contenidos en él."

Características primordiales:
  • Tiene connotaciones teoréticas, pragmáticas y éticas, morales y culturales.
  • Es conceptualmente cercano al escepticismo, aunque éste llega más lejos: no sólo es imposible establecer verdades absolutas, sino que no se puede llegar a conocer certeramente ninguna verdad.
  • Es todo sistema de pensamiento que afirma que no existen verdades universalmente válidas, ya que toda afirmación depende de condiciones o contextos de la persona o grupo que la afirma.
Exponentes:
Federico Nietzsche
Protágoras
Gorgias


EL EMPIRISMO
Concepto:
El empirismo es un movimiento filosófico cuyas ramificaciones son múltiples. El único rasgo común a todas ellas es no admitir más que un medio de conocimiento: la experiencia".
Para esta doctrina, el origen de nuestros conocimientos no está en la razón, sino en la experiencia, ya que todo el contenido del pensamiento, primera ha tenido que pasar por los sentidos.

"Nuestra mente es un papel en blanco y sólo al contacto de los sentidos con las cosas, empieza a grabar impresiones".

No es nada fácil distinguir el empirismo del escepticismo, ya que sus fronteras son comunes. El más exigente de los empiristas modernos, David Hume, se declara escéptico.

Exponentes:
Tomas Hobbes
John Locke
George Berkeley
David Hume

Características primordiales:

  • Rechaza las ideas innatas
  • El objeto del conocimiento son las ideas, no el mundo exterior
  • La experiencia es el criterio de validez y el límite del conocimiento
  • Restricción de la capacidad humana limitada por la experiencia

EL RACIONALISMO:
Concepto:
Etimología de la palabra: Racionalismo viene de la palabra latina "ratio" = razón. En general, es la concepción que ve en el espíritu, la mente y el entendimiento, el fundamento de toda relación del hombre con el mundo considerada esta relación como forma superior del pensar humano.


El racionalismo entonces, es la absolutización de la razón, y se da con mucha fuerza en la época moderna, aunque no surgió en este período, porque desde mucho antes, se habían dado intentos en torno a la razón frente a los hechos de la experiencia. Esta corriente se caracteriza por lo real, por los conceptos o sistemas mentales y a la explicación de la ciencia en términos lógicos. Al hombre se le presenta como animal pensante, con dignidad y atributos de persona.


El hombre es presentado como animal dotado de logos, razón; un animal capacitado para conocer.


Exponentes:
Renato Descartes
Blas
Pascal.
Nicolás Malebranche
Baruc Spinoza
Godofredo Guillermo Leibniz


Características primordiales:

  • Confianza en el poder de la razón.
  • Postulación de las ideas innatas. (Véase Innatismo )
  • Utilización del método lógico-matemático para explicar los razonamientos y del empírico para confirmarlos cuando ello es posible.
  • Recuperación de doctrinas clásicas, como el atomismo (Gassendi), el fatalismo (Spinoza) o el platonismo gnoseológico (Leibniz).
  • Crítica y revisionismo escolástico.
  • Mecanicismo del universo.


EL CRITICISMO
Concepto:
Por criticismo se entiende la doctrina de Kant, que sostiene la superioridad de la
investigación del conocer sobre la investigación del ser. Esta corriente está convencida de que es posible el conocimiento para el hombre, acepta que puede llegar a poseer la verdad, puede tener conocimientos que dan certeza, pero que hace indispensable justificar racionalmente la forma como llegamos al conocimiento, es decir, cómo llegamos al conocimiento y en que forma se nos da la realidad.


"El criticismo examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente. Dondequiera pregunta por los motivos y pide cuentas a la razón humana. Su conducta no es dogmática ni escéptica, sino reflexiva y crítica. Es un término medio entre la temeridad dogmática y la desesperación escéptica".

Exponentes:
Emmanuel Kant


EL PRAGMATISMO
El pragmatismo consiste en reducir "lo verdadero a lo útil" negando el conocimiento teórico en diversos grados; para los más radicales sólo es verdadero aquello que conduce al éxito individual, mientras que para otros, sólo es verdadero cuando se haya verificado con los hechos.


"El intelecto es dado al hombre, no para investigar y conocer la verdad, sino para poder orientarse en la realidad. El conocimiento humano recibe su sentido y su valor de este su destino práctico. Su verdad consiste en la congruencia de los pensamientos con los fines prácticos del hombre, en que aquellos resulten útiles y provechosos para la conducta práctica de éste."


En general, para las diversas formas de
pragmatismo, la verdad radica en la utilidad y en el éxito, por lo tanto, todo conocimiento es práctico si sirve para algo, si es posible de realizar.

Exponentes:
William James.
Charles Sanders Pierce.
John Dewey.
Características primordiales:
Se caracteriza por la insistencia en las consecuencias, utilidad y practicidad como componentes esenciales de la verdad.


MATERIALISMO
Concepto:
Materialismo es una doctrina según la cual todo lo que existe no está determinado y se explica por algo superior y previo a lo experimentable y aprehendible empíricamente (Dios, espíritu, inteligencia del mundo, ideas), sino que está determinado en su ser sólo por algo material y en su comportamiento sólo por la causalidad eficiente.


Características primordiales:

  • El materialismo filosófico se nos presenta como un materialismo cosmológico, y hace la crítica (principalmente) a la visión del mundo como efecto contingente de un Dios creador que poseyera a su vez la providencia y el gobierno del mundo.
  • Se aproxima al materialismo histórico, en la medida en que éste constituye la crítica de todo idealismo histórico y de su intento de explicar la historia humana en función de una conciencia autónoma desde la cual estuviese planeándose el curso global de la humanidad.
  • Toma la forma de un materialismo religioso que se enfrenta críticamente con el espiritualismo (que concibe a los dioses, a los espíritus, a las almas y a los númenes, en general, como incorpóreos), propugnando la naturaleza corpórea y real (no alucinatoria o mental) de los sujetos numinosos que han rodeado a los hombres durante milenios. El materialismo religioso identifica esos sujetos con los animales, y se guía por el siguiente principio.

Exponentes:
Carlos Marx.
Federico Engels.
Ludwig Feuerbach.

EXISTENCIALISMO
El existencialismo, como relación hombre mundo, "lucha contra toda concepción del hombre que le considere independiente de sus relaciones con el mundo, como alma pura, conciencia pura, yo puro o espíritu puro".


El existencialismo es una de las corrientes filosóficas más importantes del Siglo XX, tiene sus raíces en pensadores como Sören Kierkegaard y su posición sobre la angustia. Surgió después de la Primera Guerra Mundial y tuvo un resurgimiento en la Segunda Guerra Mundial.


Para los existencialistas el hombre es una realidad completa inacabada, con conciencia y libertad, cuyo destino es hacerse y realizarse en medio de múltiples contradicciones de su propia vivencia, lo que le engendra la incertidumbre y la angustia frente al absurdo, al fracaso, lo misterioso y lo inexplicable de su propia existencia.


Características primordiales:

  • La Irrectudibilidad del Individuo: la originalidad de la existencia individual. El hombre "se hace" a sí mismo.
  • La Existencia como Libertad: una libertad absoluta que no está ligada a nada que la determine.
  • Fenomenología como Método: El análisis se lleva a cabo desde la fenomenología.

Exponentes:
Sören Aabye Kierkegaard
Martin Heidegger.
Jean Paúl Sartre

FILOSOFÍA GRIEGA:
Con los griegos aparece por primera vez el pensamiento en todas sus manifestaciones (ciencia, filosofía, matemática) y pocas veces se han dado autores que hayan compaginado tan estrechamente las investigaciones citadas.


Tal vez es exagerado lo que algún historiador de la filosofía ha señalado al escribir que toda la historia de la filosofía no es más que notas a pie de página a los escritos de Platón, pero es cierto que las cuestiones filosóficas fundamentales, y las posibles soluciones que se pueden dar a ellas, ya se encuentran en la filosofía griega, y en gran medida en este último autor. Ortega y Gasset afirmó que el mundo antiguo fue cosmológico, el medieval teológico y el moderno antropológico.

Y, ciertamente, parece que lo característico de la filosofía griega fue su preocupación por comprender el ámbito de la Naturaleza. A diferencia del pensamiento moderno, en general, los griegos fueron optimistas en cuanto a la posibilidad de acceder a la realidad: podemos alcanzar el conocimiento de la Naturaleza puesto que ésta es racional, bien mediante el uso de los sentidos, como algunos defendieron, bien mediante el uso de la razón como dijeron la mayoría. Los griegos descubren el carácter ordenado, legal y racional del mundo, y en el hombre un instrumento que ha de servir tanto para el conocimiento como para la vida práctica (moral y política): la razón.Las primeras reflexiones filosóficas o filosofía presocrática ya aceptan estas consideraciones (aunque de estos antiguos autores apenas disponemos de textos por lo que el conocimiento de su pensamiento es indirecto y fragmentario).


El momento de esplendor del pensamiento griego hay que situarlo en Platón y Aristóteles y el momento de decadencia en la época helenística.


FILOSOFÍA HELENÍSTICA Y ROMANA
Desde el siglo IV a.C. hasta el desarrollo de la filosofía cristiana en el siglo IV, el epicureísmo, el estoicismo, el escepticismo y el neoplatonismo fueron las principales escuelas filosóficas en el mundo occidental. El interés por la ciencia natural declino en ese periodo y estas escuelas se preocuparon sobre todo por la ética y la religión.

Escepticismo
Los sofistas griegos del siglo V a.C. fueron en su mayoría escépticos. Su punto de vista se refleja en sus máximas "el hombre es la medida de todas las cosas" y "nada existe, y si algo existe, no puede ser conocido". Así, el sofista Gorgias proclamó que todas las afirmaciones relativas a la realidad son falsas y que, aunque fueran verdad, su veracidad no podía nunca ser probada. Otro sofista, Protágoras de Abdera, enseñó que los seres humanos sólo pueden conocer su percepción de las cosas, no las cosas en sí.

Los principios del escepticismo fueron formulados por primera vez por los pirronistas, una escuela de la filosofía griega que tomó el nombre de su fundador Pirrón de Elis. Pirrón, cuyo primer interés era la ética, mantuvo que los seres humanos no pueden conocer nada de la naturaleza real de las cosas y que, en consecuencia, una persona sabia no debía expresar sus opiniones. Timón de Flainte, discípulo de Pirrón, llevó el escepticismo a su conclusión lógica al afirmar que se pueden dar razones tan buenas a favor como en contra de cualquier proposición filosófica.

FILOSOFÍA MEDIEVAL
A diferencia de lo que había ocurrido con la filosofía griega, que había centrado su reflexión en torno a la determinación del objeto, la filosofía medieval centrará su interés en Dios. La filosofía helenística había dado una orientación práctica al saber, dirigiéndolo hacia la felicidad del hombre. Es el caso del estoicismo y del epicureísmo, que habían colocado a la ética en el vértice del saber. A lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del cristianismo y otras religiones mistéricas irá provocando la aparición de otros modelos de felicidad o "salvación individual", que competirán con los modelos filosóficos. Frente a la inicial hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los primeros padres apologistas cristianos, sus continuadores encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del desarrollo del neoplatonismo de Plotino, un instrumento útil, no sólo para combatir otras religiones o sistemas filosóficos, sino también para comprender, o intentar comprender, los misterios revelados. Surge de ahí una asociación entre filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión, que pondrá las bases de la futura filosofía medieval, entre los cristianos, los musulmanes y los judíos.

El tema fundamental de reflexión pasará a ser la divinidad, quedando subordinada la comprensión e interpretación del mundo, del hombre, de la sociedad.

FILOSOFÍA MODERNA
La Filosofía Moderna corresponde a ese período que llamamos Edad Moderna en la Historia Universal y que comienza en el Renacimiento y la Reforma Protestante. Es verdaderamente una época nueva con un espíritu nuevo, tan distinto del espíritu escolástico, que se le puede considerar como una revolución antiescolástica.


Es a René Descartes a quien se le considera como el padre de ésta. Es el primero de esos atrevidos pensadores del siglo XVII y XVIII. Descartes, Leibniz, Spinoza, Locke, Hume que introducen nuevos y revolucionarios estilos en la arquitectura del pensamiento, organizándolo según planos y diseños ambiciosos y desconcertantes. Si bien es cierto que Descartes se apoya todavía en la Escolástica, sin embargo, por haber introducido en la filosofía la Duda Metódica, por su interpretación mecanicista de la naturaleza y por su idealismo metafísico, se constituyó en la fuente de todos los subsiguientes sistemas. Él exigió para el pensar filosófico una absoluta autonomía de modo que vinieron a desarticularse la razón y la fe; por todo ello Descartes se llama PADRE DE LA FILOSOFÍA MODERNA.

FILOSOFÍA DEL SIGLO XX
La noción de tiempo juega un papel fundamental en el pensamiento de Kant, podemos destacar también el llamado temporalísimo que marcó la filosofía del siglo pasado y que aportó una nueva manera de enfocar la temporalidad. De entre los pensadores que abordaron dicho problema subrayaremos aquí los nombres de Dilthey y Bergson. Éste último toma como punto de partida de su análisis la crítica a la consideración positivista acerca de los fenómenos psíquicos, y muestra cómo esta corriente, o bien prescinde de la noción de tiempo, o bien la reduce a una forma de espacio, ya que estudia los estados de conciencia como si de hechos exteriores se tratase, midiéndolos, por tanto, cuantitativamente y ordenándolos en una sucesión yuxtapuesta, al modo como se ordenan las cosas en el espacio.

Investigación por la Bachiller: Martha Karina Salazar Sánchez

viernes, 3 de abril de 2009

de volon 1

El hermoso consuelo de encontrar el mundo en un alma, de abrazara mi especie en una criatura amiga.

F. Höderlin

Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días.

Y, entonces, me he puesto a escribir casi a tientas en la madrugada, con urgencia, como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio, o como un barco que, a punto de desaparecer, hiciera una última y ferviente seña a un puerto que sabe cercano pero ensordecido por el ruido de la ciudad y por la cantidad de letreros que le enturbian la mirada.

Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.

Mientras les escribo, me he detenido a palpar una rústica talla que me regalaron los tobas y que me trajo, como un rayo a mi memoria, una exposición “virtual” que me mostraron ayer en una computadora, que debo reconocer que me pareció cosa de Mandinga. Porque a medida que nos relacionamos de manera abstracta más nos alejamos del corazón de las cosas y una indiferencia metafísica se adueña de nosotros mientras toman poder entidades sin sangre ni nombres propios. Trágicamente, el hombre está perdiendo el diálogo con los demás y el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es allí donde se dan el encuentro, la posibilidad del amor, los gestos supremos de la vida. Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica. La televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz que con su intensidad nos toma. No puedo menos que recordar ese mismo efecto que produce en los insectos, y aun en los grandes animales. Y entonces, no sólo nos cuesta abandonarla, sino que también perdemos la capacidad para mirar y ver lo cotidiano. Una calle con enormes tipas, unos ojos candorosos en la cara de una mujer vieja, las nubes de un atardecer. La floración del aromo en pleno invierno no llama la atención a quienes no llegan ni a gozar de los jacarandáes en Buenos Aires. Muchas veces me ha sorprendido cómo vemos mejor los paisajes en las películas que en la realidad.


Es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión. Lo paradójico es que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente, y lo que es tan grave como esto, nos predispone a la abulia. Irónicamente he dicho en muchas entrevistas que “la televisión es el opio del pueblo”, modificando la famosa frase de Marx. Pero lo creo, uno va quedando aletargado delante de la pantalla, y aunque no encuentre nada de lo que busca lo mismo se queda ahí, incapaz de levantarse y hacer algo bueno. Nos quita las ganas de trabajar en alguna artesanía, leer un libro, arreglar algo de la casa mientras se escucha música o se matea. O ir al bar con algún amigo, o conversar con los suyos. Es un tedio, un aburrimiento al que nos acostumbramos como “a falta de algo mejor”. El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma.

Al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen.

Algo que a mí me afecta terriblemente es el ruido. Hay tardes en que caminamos cuadras y cuadras antes de encontrar un lugar donde tomar un café en paz. Y no es que finalmente encontremos un bar silencioso, sino que nos resignamos a pedir que, por favor, apaguen el televisor, cosa que hacen con toda buena voluntad tratándose de mí, pero me pregunto, ¿cómo hacen las personas que viven en esta cuidad de trece millones de habitantes para encontrar un lugar donde conversar con un amigo? Esto que les digo nos pasa a todos, y muy especialmente a los verdaderos amantes de la música, ¿o es que se cree que prefieren escucharla mientras todos hablan de otros temas y a los gritos? En todos los cafés hay, o un televisor, o un aparato de música a todo volumen. Si todos se quejaran como yo, enérgicamente, las cosas empezarían a cambiar. Me pregunto si la gente se da cuenta del daño que le hace el ruido, o es que se los ha convencido de lo avanzado que es hablar a los gritos. En muchos departamentos se oye el televisor del vecino, ¿cómo nos respetamos tan poco? ¿Cómo hace el ser humano para soportar el aumento de decibeles en que vive? Las experiencias con animales han demostrado que el alto volumen les daña la memoria primero, luego los enloquece y finalmente los mata. Debo de ser como ellos porque hace tiempo que ando por la calle con tapones para los oídos.

El hombre se está acostumbrando a aceptar pasivamente una constante intrusión sensorial. Y esta actitud pasiva termina siendo una servidumbre mental, una verdadera esclavitud.

Pero hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse. No mirar con indiferencia cómo desaparece de nuestra mirada la infinita riqueza que forma el universo que nos rodea, con sus colores, sonidos y perfumes. Ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, verdadera fiesta de colores y olores, fiesta de la naturaleza en medio de la ciudad, atendidos por hombres que vociferaban entre sí, mientras nos contagiaban la gratitud por sus frutos. ¡Pensar que con Mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que, en ese mismo momento, retiraban de las gallinas ponedoras! Ahora ya todo viene envasado y se ha comenzado a hacer las compras por computadora, a través de esa pantalla que será la ventana por la que los hombres sentirán la vida. Así de indiferente e intocable.

No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí. Y entonces ¿cómo? Hay que re-valorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos, que nada tienen que ver con esos paisajes maravillosos que podemos mirar en la televisión, pero que están sagradamente impregnados de la humanidad de las personas que vivimos en él. Uno dice silla o ventana o reloj, palabras que designan meros objetos, y, sin embargo, de pronto transmitimos algo misterioso e indefinible, algo que es como una clave, como un mensaje inefable de una profunda región de nuestro ser. Decimos silla pero no queremos decir silla, y nos entienden. O por lo menos nos entienden aquéllos a quienes está secretamente destinado el mensaje. Así, aquel par de zuecos, aquella vela, esa silla, no quieren decir ni esos zuecos, ni esa vela macilenta, ni aquella silla de paja, sino Van Gogh, Vincent: su ansiedad, su angustia, su soledad; de modo que son más bien su autorretrato, la descripción de sus ansiedades más profundas y dolorosas. Sirviéndose de objetos de este mundo aparentemente seco que está fuera de nosotros, que acaso estaba antes de nosotros y que muy probablemente nos sobrevivirá. Como si esos objetos fueran temblorosos y transitorios puentes para salvar el abismo que siempre se abre entre uno y el universo, símbolos de aquello profundo y recóndito que reflejan; indiferentes y grises para los que no son capaces de entender la clave, pero cálidos y tensos y llenos de intención secreta para los que la conocen. Porque el hombre hace con los objetos lo mismo que el alma realiza con el cuerpo, impregnándolo de sus anhelos y sentimientos, manifestándose a través de las arrugas carnales, del brillo de los ojos, de las sonrisas y de la comisura de sus labios.

Si nos volvemos incapaces de crear un clima de belleza en el pequeño mundo a nuestro alrededor y sólo atendemos a las razones del trabajo, tantas veces deshumanizado y competitivo, ¿cómo podremos resistir?

La presencia del hombre se expresa en el arreglo de una mesa, en unos discos apilados, en un libro, en un juguete. El contacto con cualquier obra humana evoca en nosotros la vida del otro, deja huellas a su paso que nos inclinan a reconocerlo y a encontrarlo. Si vivimos como autómatas seremos ciegos a las huellas que los hombres nos van dejando, como las piedritas que tiraban Hansel y Gretel en la esperanza de ser encontrados.

El hombre se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de su soledad. Es tal su naturaleza de peregrino que nada colma su deseo de expresarse. Es un gesto inherente a la vida que no hace a la utilidad, que trasciende toda posibilidad funcional. Los hombres, a su paso, van dejando su vestigio; del mismo modo, al retornar a nuestra casa después de un día de trabajo agobiante, una mesita cualquiera, un par de zapatos gastados, una simple lámpara familiar, son conmovedores símbolos de una costa que ansiamos alcanzar, como náufragos exhaustos que lograran tocar tierra después de una larga lucha contra la tempestad.

Son muy pocas las horas libres que nos deja el trabajo. Apenas un rápido desayuno que solemos tomar pensando ya en los problemas de la oficina, porque de tal modo nos vivimos como productores que nos estamos volviendo incapaces de detenernos ante una taza de café en las mañanas, o de unos mates compartidos. Y la vuelta a la casa, la hora de reunimos con los amigos o la familia, o de estar en silencio como la naturaleza a esa misteriosa hora del atardecer que recuerda los cuadros de Millet, ¡tantas veces se nos pierde mirando televisión! Concentrados en algún canal, o haciendo zapping, parece que logramos una belleza o un placer que ya no descubrimos compartiendo un guiso o un vaso de vino o una sopa de caldo humeante que nos vincule a un amigo en una noche cualquiera.

Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables capas, la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alienta, comprendemos que es el otro el que siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es porque otros nos han ido salvando la vida, incesantemente. A los años que tengo hoy, puedo decir, dolorosamente, que toda vez que nos hemos perdido un encuentro humano algo quedó atrofiado en nosotros, o quebrado. Muchas veces somos incapaces de un genuino encuentro porque sólo reconocemos a los otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos son propicios a nuestros proyectos. Uno no puede detenerse en un encuentro porque está atestado de trabajos, de trámites, de ambiciones. Y porque la magnitud de la ciudad nos supera. Entonces el otro ser humano no nos llega, no lo vemos. Está más a nuestro alcance un desconocido con el que hablamos a través de la computadora. En la calle, en los negocios, en los infinitos trámites, uno sabe —abstractamente— que está tratando con seres humanos pero en lo concreto tratamos a los demás como a otros tantos servidores informáticos o funcionales. No vivimos esta relación de modo afectivo, como si tuviésemos una capa de protección contra los acontecimientos humanos “desviantes” de la atención. Los otros nos molestan, nos hacen perder el tiempo. Lo que deja al hombre espantosamente solo, como si en medio de tantas personas, o por ello mismo, cundiera el autismo.

He visto algunas películas donde la alienación y la soledad son tales que las personas buscan amarse a través de un monitor. Por no hablar de esas mascotas artificiales que inventaron los japoneses, que no sé qué nombre tienen, que se las cuida como si vivieran, porque tienen “sentimientos” y hay que hablarles. ¡Qué basura y qué trágico pensar que ésa es la manera que tienen muchas personas de expresar su afecto! Un juego siniestro cuando hay tanto niño tirado por el mundo, y tanto noble animal camino a la extinción.

Estamos a tiempo de revertir este abandono y esta masacre. Esta convicción ha de poseernos hasta el compromiso.

La vida es abierta por naturaleza, aun en quienes la barrera que han levantado en torno a lo propio pareciera ser más oscura que una mazmorra. El latido de la vida exige un intersticio, apenas el espacio que necesita un latido para seguir viviendo, y a través de él puede colarse la plenitud de un encuentro, como las grandes mareas pueden filtrarse aun en las represas más fortificadas. O una enfermedad puede ser la apertura, o el desborde de un milagro cualquiera de la vida: una persona que nos ame a pesar de nuestra cerrazón O como una gota que golpeara incesantemente contra los altos muros. Y entonces la persona que estaba más sola y cerrada puede ser ella misma la más capacitada por haber sido quien soportó largo tiempo esa grave carencia. Motivo por el cual son muchas veces los que más orfandad han sufrido quienes más cuidado ponen en la persona amada. Amor que nunca se recibe como descontado, que siempre pertenece a la magnitud del milagro. Y esta comprobación que tantas veces hemos hecho en la vida, mal que les pese a algunos psicólogos, es lo que nos alienta a pensar que nuestra sociedad, tan enfermiza y deshumanizada, puede ser quien dé origen a una cultura religiosa, como lo profetizó Berdiaev a principios del siglo xx.

La medicina es una de las áreas donde puede verse una contraola que golpea esta trágica creencia en la Abstracción. Si en 1900 un curandero curaba por sugestión, los médicos se echaban a reír, porque en aquel tiempo sólo creían en cosas materiales, como un músculo o un hueso; hoy practican eso mismo que antes consideraban superstición con el nombre de “medicina psicosomática”. Pero durante mucho tiempo subsistió en ellos el fetichismo por la máquina, la razón y la materia, y se enorgullecían de los grandes triunfos de su ciencia, por el solo hecho de haber reemplazado el auge de la viruela por el del cáncer.

La falla central que sufrió la medicina proviene de la falsa base filosófica de los tres siglos pasados, de la ingenua separación entre alma y cuerpo, del cándido materialismo que conducía a buscar toda enfermedad en lo somático. El hombre no es un simple objeto físico, desprovisto de alma; ni siquiera un simple animal: es un animal que no sólo tiene alma sino espíritu, y el primero de los animales que ha modificado su propio medio por obra de la cultura. Como tal, es un equilibrio —inestable— entre su propio soma y su medio físico y cultural. Una enfermedad es, quizá, la ruptura de ese equilibrio, que a veces puede ser provocada por un impulso somático y otras por un impulso anímico, espiritual o social. No es nada difícil que enfermedades modernas como el cáncer sean esencialmente debidas al desequilibrio que la técnica y la sociedad moderna han producido entre el hombre y su medio. ¿El cáncer no es acaso un cierto tipo de crecimiento desmesurado y vertiginoso?

Cambios mesológicos provocaron la desaparición de especies enteras, y así como los grandes reptiles no pudieron sobrevivir a las transformaciones que ocurrieron al final del período mesozoico, podría suceder que la especie humana fuese incapaz de soportar los catastróficos cambios del mundo contemporáneo. Pues estos cambios son tan terribles, tan profundos y sobre todo tan vertiginosos, que aquellos que provocaron la desaparición de los reptiles resultan insignificantes. El hombre no ha tenido tiempo para adaptarse a las bruscas y potentes transformaciones que su técnica y su sociedad han producido a su alrededor; y no es arriesgado afirmar que las enfermedades modernas sean los medios de que se está valiendo el cosmos para sacudir a esta orgullosa especie humana.

Nuestro tiempo cuenta con teléfonos para suicidas. Sí, es probable que algo se le pueda decir a un hombre para quien la vida ha dejado de ser el bien supremo. Yo mismo, muchas veces, atiendo gente al borde del abismo. Pero es muy significativo que se tenga que buscar un gesto amigo por teléfono o por computadora, y no se lo encuentre en la casa, o en el trabajo, o en la calle, como si fuésemos internados en alguna clínica enrejada que nos separara de la gente a nuestro lado. Y entonces, habiendo sido privados de la cercanía de un abrazo o de una mesa compartida, nos quedaran “los medios de comunicación”.

De la misma manera, cuánto mejor es morir en la propia cama, rodeado de afecto, acompañado por las voces, los rostros y los objetos familiares, que en esas ambulancias que atraviesan como bólidos las calles para ingresar al moribundo en una sala esterilizada, en lugar de dejarlo en paz.
Con admiración recuerdo el nombre de algunos viejos médicos cuya sola entrada sanaba al enfermo. ¡Cuánta irónica sonrisa mereció esta deslumbrante verdad!

Es noche de verano, la luna ilumina de cuando en cuando. Avanzo hacia mi casa entre las magnolias y las palmeras, entre los jazmines y las inmensas araucarias, y me detengo a observar la trama que las enredaderas han labrado sobre el frente de esta casa que es ya una ruina querida, con persianas podridas o desquiciadas; y, sin embargo, o precisamente por su vejez parecida a la mía, comprendo que no la cambiaría por ninguna mansión en el mundo.

En la vida existe un valor que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir.

El destino, al igual que todo lo humano, no se manifiesta en abstracto sino que se encarna en alguna circunstancia, en un pequeño lugar, en una cara amada, o en un nacimiento pobrísimo en los confines de un imperio.

Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.

El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras, quizá más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando u obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad consciente.

En el momento, nuestras vidas nos parecen escenas sueltas, una al lado de la otra, como tenues, inciertas y livianísimas hojas arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo. Mi memoria está compuesta de fragmentos de existencia, estáticos y eternos: el tiempo no pasa, entre ellos, y cosas que sucedieron en épocas muy remotas entre sí están unas junto a otras vinculadas o reunidas por extrañas antipatías y simpatías. O acaso salgan a la superficie de la conciencia unidas por vínculos absurdos pero poderosos, como una canción, una broma o un odio común. Como ahora, para mí, el hilo que las une y que las va haciendo salir una después de otra es cierta ferocidad en la búsqueda de algo absoluto, cierta perplejidad, la que une palabras como hijo, amor, Dios, pecado, pureza, mar, muerte.

Pero no creo en el destino como fatalidad, como en la tradición griega, o en nuestro tango: “contra el destino, nadie la talla”. Porque de ser así, ¿para qué les estaría escribiendo? Creo que la libertad nos fue destinada para cumplir una misión en la vida; y sin libertad nada vale la pena. Es más, creo que la libertad que está a nuestro alcance es mayor de la que nos atrevemos a vivir. Basta con leer la historia, esa gran maestra, para ver cuántos caminos ha podido abrir el hombre con sus brazos, cuánto el ser humano ha modificado el curso de los hechos. Con esfuerzo, con amor, con fanatismo.

Pero si no nos dejamos tocar por lo que nos rodea no podremos ser solidarios con nada ni nadie, seremos esa expresión escalofriante con que se nombra al ser humano de este tiempo, “átomo cápsula”, ese individuo que crea a su alrededor otras tantas cápsulas en las que se encierra, en su departamento funcional, en la parte limitada del trabajo a su cargo, en los horarios de su agenda. No podemos olvidar que antes la siembra, la pesca, la recolección de los frutos, la elaboración de las artesanías, como el trabajo en las herrerías o en los talleres de costura, o en los establecimientos de campo, reunían a las personas y las incorporaban en la totalidad de su personalidad. Fue la intuición del comienzo de esta ruptura la que llevó a los obreros del siglo xviii a rebelarse contra las máquinas, a querer prenderles fuego. Hoy los hombres tienden a cohesionarse masivamente para adecuarse a la creciente y absoluta funcionalidad que el sistema requiere hora a hora. Pero entre la vida de las grandes ciudades, que lo sobrepasan como un tornado a las arenas de un desierto, y la costumbre de mirar televisión, donde uno acepta que pase lo que pase, y no se cree responsable, la libertad está en peligro. Tan grave como lo que dijo Jünger: “Si los lobos contagian a la masa, un mal día el rebaño se convierte en horda”.

Si cambia la mentalidad del hombre, el peligro que vivimos es paradójicamente una esperanza. Podremos recuperar esta casa que nos fue míticamente entregada. La historia siempre es novedosa. Por eso a pesar de las desilusiones y frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer del valor de las gestas cotidianas. Aunque simples y modestas, son las que están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo curso al torrente de la vida.

La pertenencia del hombre a lo simple y cercano se acentúa aún más en la vejez cuando nos vamos despidiendo de proyectos, y más nos acercamos a la tierra de nuestra infancia, y no a la tierra en general, sino a aquel pedazo, a aquel ínfimo pedazo de tierra en que transcurrió nuestra niñez, en que tuvimos nuestros juegos y nuestra magia, la irrecuperable magia de la irrecuperable niñez. Y entonces recordamos un árbol, la cara de algún amigo, un perro, un camino polvoriento en la siesta de verano, con su rumor de cigarras, un arroyito. Cosas así. No grandes cosas sino pequeñas y modestísimas cosas, pero que en el ser humano adquieren increíble magnitud, sobre todo cuando el hombre que va a morir sólo puede defenderse con el recuerdo, tan angustiosamente incompleto, tan transparente y poco carnal, de aquel árbol o de aquel arroyito de la infancia; que no sólo están separados por los abismos del tiempo sino por vastos territorios.

Así nos es dado ver a muchos viejos que casi no hablan y todo el tiempo parecen mirar a lo lejos, cuando en realidad miran hacia dentro, hacia lo más profundo de su memoria. Porque la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción, y es algo así como la forma que la eternidad puede asumir en ese incesante tránsito. Y aunque nosotros (nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestra dura experiencia) hayamos ido cambiando con los años; y también nuestra piel y nuestras arrugas van convirtiéndose en prueba y testimonio de ese tránsito, hay algo en el ser humano, allá muy dentro, allá en regiones muy oscuras, aferrado con uñas y dientes a la infancia y al pasado, a la raza y a la tierra, a la tradición y a los sueños, que parece resistir a ese trágico proceso resguardando la eternidad del alma en la pequeñez de un ruego.

Se ha necesitado una crisis general de la sociedad para que estas sencillas pero humanas verdades resurgieran con todo su vigor. Estaremos perdidos si no revertimos, con energía, con amor, esta tendencia que nos constituye en adoradores de la televisión, los chicos idiotizados que ya no juegan en los parques. Si hay Dios, que no lo permita.

Vuelven a mi memoria imágenes de hombres y mujeres luchando en la adversidad, como aquella indiecita embarazada, casi una niña, que me arrancó lágrimas de emoción en el Chaco porque en medio de la miseria y las privaciones, su alma agradecía la vida que llevaba en ella.

Qué admirable es a pesar de todo el ser humano, esa cosa tan pequeña y transitoria, tan reiteradamente aplastada por terremotos y guerras, tan cruelmente puesta a prueba por los incendios y naufragios y pestes y muertes de hijos y padres.

Sí, tengo una esperanza demencial, ligada, paradójicamente, a nuestra actual pobreza existencial, y al deseo, que descubro en muchas miradas, de que algo grande pueda consagrarnos a cuidar afanosamente la tierra en la que vivimos.

Con todo, mientras digo esto, algo como una visión tremenda me hace sentir que ya pasó la gran pesadilla, que ya hemos comprendido que toda consideración abstracta, aunque se refiera a problemas humanos, no sirve para consolar a ningún hombre, para mitigar ninguna de las tristezas y angustias que puede sufrir un ser concreto de carne y hueso, un pobre ser con ojos que miran ansiosamente (¿hacia qué o hacia quién?), una criatura que sólo sobrevive por la esperanza.

Ya muy cansado, en esta noche de noviembre, la araucaria me trae a la memoria el amor que mi amigo Tortorelli tenía por sus árboles. Era conmovedor, llegaba hasta a abrazar alguno que le recordaba la época en que él mismo había sido guardabosques. Tuvimos la emoción de recorrer con él, por la Patagonia, lugares tan impresionantes como los bosques petrificados, los de arrayanes, y aquellos otros donde se yerguen árboles milenarios. Nos decía, acariciando el tronco de esas formidables araucarias y coihues todavía vivos: “Piensen por un momento que cuando surgió el Imperio Romano y cuando se derrumbó, cuando los griegos y los troyanos combatían por Helena, este árbol ya estaba aquí, y siguió estando cuando Rómulo y Remo fundaron Roma, y cuando nació Cristo. Y mientras Roma llegaba a dominar el mundo, y cuando cayó. Y así pasaron imperios, guerras interminables, Cruzadas, el Renacimiento, y la historia entera de Occidente hasta hoy. Y ahí lo tienen todavía”. También nos dijo que los vientos húmedos del Pacífico precipitan casi toda su agua del lado chileno, de modo que un incendio de este lado es fatal, porque los árboles mueren y el desierto avanza inexorablemente. Entonces, nos llevó hasta el límite de la estepa patagónica y nos mostró los cipreses, casi retorcidos por el sufrimiento que, como dijo, “cubrían la retaguardia”. Duros y estoicos, como una legión suicida, daban el último combate contra la adversidad.

Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida.

Ernesto Sabato